Por: Elko Omar Vázquez Erosa
La ciudad se encontraba desolada, como desolado se encuentra mi corazón. Caminé hacia la tienda de autoservicio y le dije a la tipa que atendía:
—Dos cuartos de brandy presidente.
La tipa se agachó para que le mirara las nalgas y ya sabéis, no entremos en detalles, así que, obviando este vulgar detalle narrativo preparémonos para un instante de verdadero terror.
Había yo leído el infame Necronomicón, de Abdul Al-Hazred, y sabía que más allá de las estrellas hay demonios que nos acechan, siempre preparados, para destruirnos.
Caminaba yo hacia mi casa cuando me encontré a ese organismo alienígena, un ser que semejaba una estrella de mar, así que saqué mi cuchillo de caza y comencé a combatirlo, al tiempo que salmodiaba una frase del árabe loco, para protegerme:
—Iä! ¡Iä! ¡Cthulhu fhtagn! Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah-nagl fhtagn.
En eso escuché una voz recia que provenía de la casa del vecino:
—¡Elko! ¡Carajo! ¡Ya te dije que tengo un niño chiquito que no se puede dormir!
Yo lo miré, alucinado, y le dije:
—Vecino, ¿estás viendo el bicho que acabo de capturar? Me parece que viene de más allá de las estrellas.
El vecino, un pinche bato de los más insensible con eso de las ondas literarias, contestó:
—¡Ya vete a dormir, cabrón, y llévate esa puta piñata defectuosa!
Si Elko no es un genio de la narrativa, lo parece. Lean nomás.
Me gustaMe gusta