Por: Elko Omar Vázquez Erosa
En la oscura torreSeguir leyendo
que evitan las miradas,
un ogro acecha...
Por: Elko Omar Vázquez Erosa
En la oscura torreSeguir leyendo
que evitan las miradas,
un ogro acecha...
Por: Elko Omar Omar Vázquez Erosa
El mago dejó sus librosSeguir leyendo
en un rincón de sombras
y de sueños frescos;
el tiempo
les fue amarilleando
como Apolo hace
con el trigo.
Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Las horas de agonía en el trabajo habían pasado, el camión se detuvo en la parada y bajé. Crucé la calle, compré una revista y me disponía a ejercitarme en la más bella de las artes —el ocio— cuando un individuo casi me atropella a vertiginosa velocidad con su motocicleta. Le iba a reclamar; pero él me saludó y yo lo reconocí.
—Oye —dijo—, me acabo de enterar de que están contratando en un negocio de actualidad y telecomunicaciones, y que van a pagar en dólares.
—¿De qué se trata? —No sé, me acabo de enterar, pero es de buena fuente.
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—¿De veras lo crees? No le veo lo romántico.
—¿Nada? —Una sonrisa y el reto pendía en el aire. Pude sentir el escalofrío de su espalda; le temblaron las manos, bajó la mirada a la copa y dijo:
—Bueno… ¿por qué no? —Te va a gustar, es muy intenso. Tú y yo bajo la luz de la luna entre las tumbas. Nos sentiremos vivos y, te aseguro —sonreí— que ningún sepulcro se abre para dejar libres horrendas pesadillas.
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El señor Novelo contempló el mar que ocasionalmente sacrificaba alguna de sus olas golpeándola contra los riscos de la playa. Los vapores del ajenjo seguían ahí, por lo que las sombras de la tarde fueron adquiriendo matices fantásticos. Un vientecillo agitaba sus oscuros cabellos.
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