Elko Omar Vázquez Erosa
El viejo enciende la pipa y aviva el fuego, luego se sienta a mirar el paso helado del viento, el paso de los sueños que nunca volvieron.Seguir leyendo
Elko Omar Vázquez Erosa
El viejo enciende la pipa y aviva el fuego, luego se sienta a mirar el paso helado del viento, el paso de los sueños que nunca volvieron.Seguir leyendo
Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Es increíble lo que se puede envejecer con unos años de poesía y soledad, la tragedia de ver cómo se desdibujan las preguntas que ya no quieren preguntar.Seguir leyendo
Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Mi tía nos llevó a la misa de las ocho de la mañana; como de costumbre, Tito y yo nos salimos para pasar el oficio en la puerta con los vagos del pueblo donde, para ser francos, no se oía nada. Finalmente Laura y mi tía salieron y se fueron de compras después de darnos dinero para comprar unos helados que comimos en la plaza y, luego de un rato, Laura volvió con las llaves de La Casa del Pueblo para guardar los bultos.
Seguir leyendoPor: Elko Omar Vázquez Erosa
Mi prima Laura nos miró con sus ojos azul acero: las hierbas húmedas me provocaban comezón en las piernas, a las que no alcanzaban a cubrir los viejos pantaloncillos cortos que traía encima; el arroyo entonaba una melodía suave, como el aleteo de las auras rondando a una vaca muerta.
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