Recorriendo «Sibaris»

sibaris

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Cuenta Cicerón, o Séneca, no me acuerdo y qué flojera volver a leer tamaños tratados aburridísimos[1], acerca de un hombre voluptuoso que, viajando a bordo de una litera en la que bebía vinos deliciosos, preguntaba a sus esclavos:

—¿Estoy parado o estoy acostado?

Luego de esa anécdota digna de Wilde el aguafiestas de Cicerón o Séneca (ya os dije que no recuerdo) continúa con una pesada disertación acerca de la virtud y otros soporíferos. Seguir leyendo

Recorriendo «Dama cisne»

Dama cisne

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Se ha dicho certeramente que la poesía no sirve para nada toda vez que no produce dinero ni rinde corazones femeninos; no obstante el hecho de leerla y escribirla puede causar una adicción terminal que desafía toda lógica y los mejores consejos de nuestros padres y maestros. Seguir leyendo

Recorriendo Ciudades de sal

ciudadesdesal

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

No sé quién de los dos fue el de la idea, si mi hermano Ricardo o mi amigo Víctor Marrufo. El caso es que, cuando cursábamos nuestros estudios universitarios apareció publicado en el periódico que se filmaría una película en Hollywood y que necesitaban extras mexicanos. La nota periodística daba la dirección de un hotel para el casting, soltaba el nombre de la actriz Jennifer López y nada más. Seguir leyendo

Recorriendo Morrigan

Morrigan Jpg

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

La culpa se la tienen Robert E. Howard, Jhon Millius, Roy Thomas, Jhon Buscema (creador, director de la película, guionista y dibujante del cómic de mi héroe Conan el bárbaro, respectivamente), Homero, las novelas de caballería (que casi me volvieron loco, como a don Quijote), el Cancionero Español, Constantino Kavafis y mi hermana Alicia. Me explico: Seguir leyendo

Recorriendo «Cantos de vampiros»

cantos-de-vampiros

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

En su ensayo La decadencia de la mentira el maestro Óscar Wilde, a quien no  nos cansamos —ni nos cansaremos— de citar, afirma: “Ningún gran artista ve las cosas tales como son en realidad. Si las viese así dejaría de ser un artista”[1]. Más adelante agrega: “si desea usted ver un efecto japonés, no vaya como turista a Tokio. Por el contrario, quédese usted en casa y entréguese de lleno a la obra de ciertos artistas japoneses, y entonces, cuando haya usted asimilado el alma de su estilo y captado su visión imaginativa, vaya una tarde a pasearse por el Parque o por Piccadilly, y si no ve usted allí efectos absolutamente japoneses, no los verá en ningún otro sitio”[2]. Seguir leyendo