El loto

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

—El eje universal es una flor de loto, Rudrik —dijo Sviatoslav, el atemporal, y le acompañó a la orilla de un pétalo, y Rudrik vio espirales de fuego y estrellas donde las viejas divinidades…

—¿No me vas a decir? —preguntó Rudrik. Sviatoslav calló, y fueron a la orilla de otro pétalo para ser testigos del monótono ir y venir de animales cubiertos con escamas doradas que nadaban en el silencio eterno.

—Aquí inicia la creación, aquí duerme la semilla de todas las cosas…

—Sviatoslav, desde la hora cero me preguntó: ¿Por qué nuestros hermanos tienen miedo de contemplar el centro del loto?

El aludido desvió la mirada y cambió de tema saltando a otro pétalo.

—Aquí llegan las quimeras, las voces y los deseos, pero tienen su precio: ráfagas de viento destructor que fluyen con el tiempo dejando la marca de la vejez en el rostro de quien trasciende la orilla…

—Sviatoslav, ¿y el centro?

Sviatoslav jaló a Rudrik de su manto…

—Mira los ojos de la esfinge, donde yacen todos los enigmas, pero ninguna respuesta. Las arenas ardientes vieron pasar los carros de guerra de faraones míticos que alguna vez fueron dioses…

—No has contestado mi pregunta —insistió Rudrik—. ¿Por qué?

—Porque luego la eternidad es un calvario… Rudrik abandonó los pétalos para dirigirse al centro del loto, y el flujo le atrapó con sus contradicciones, con el cruce dimensional. Gritó al mirarse en la esencia de otros seres —incluso en la esencia de los más ruines— y los contornos de la realidad se fueron desdibujando y quedó, con la mirada vacía, en la contemplación viciosa de un atemporal que veía el centro de un loto, donde un atemporal veía el centro de un loto en el que…

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