Por: Elko Omar Vázquez Erosa
La ociosidad es la madre de todas las artes, según reza el adagio.
Lo cierto es que me habían reprobado y sólo tomaba dos clases en la Universidad. No tenía dinero, pero mi amigo César Alonso González Caballero me hacía fuerte y todas las tardes llegaba con dos canastitas —lindas como tiestos de flores— en las que tintineaban alegremente 12 envases de cerveza, que inmediatamente procedíamos a llenar en el expendio de bebidas espirituosas más cercano. Seguir leyendo