Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Edgar llevaba alrededor de 30 minutos con la vista fija en la esquina desconchada del salón de clases cuando una voz familiar pidió a la maestra que le suspendiera el castigo.
—¡Ay, Rebeca! —se quejó la señorita Blanco—. Dile a su mamá que necesita más disciplina y sobre todo…
La señorita Blanco siguió con una lista de actividades disciplinarias para Edgar, sin saber que Rebeca era su cómplice en muchas maldades. Seguir leyendo