La visita

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Esta mañana me mandaron por leña: me daba flojera levantarme, pero al fin tomé el hacha y al llegar a los árboles, el sol fue calentando. Terminé, me disponía a regresar, cuando vi una silueta que se acercaba, y el viento me sugirió que era El Diablo; es más, desde que lo vi estuve positivamente seguro de que era El Diablo. Avanzaba con ese paso lento y marcial, con ese porte de aristócrata arruinado. A punto de correr sentí que me miraban y por vergüenza, esperé un poco.

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Enterrar a los muertos

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Tu voz me recuerda al viento, irreal y sin embargo… Vivo, palpo tu imagen y cada vez descubro una nueva sensación, como al bailar muy juntos, o al disponernos a viajar: El sabor de un tabaco selecto, un vino extranjero y añejo, una melodía —todo— y nada en ti.

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El güero de los burros

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Tengo un vecino que a veces me ve pasar, cuando voy hacia el Oxxo: lleva como año y medio dizque armando un negocio: destrozó el frente de la casa que está rentando poniendo un tinglado de tablas y un techo de lona.

—Se lo va a llevar el viento, ¿sabe? Aquí en Chihuahua no es como en Sinaloa, que puede usted poner una palapa chafa: aquí cuando llueve, llueve; cuando cae nieve, cae nieve; cuando hace sol, raja tablas.

—¿Qué chingados vas a saber tú?

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Las visiones del árbol del espanto. Segunda parte

Explicación esotérica y exotérica de las habas

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Karma 1/2: entonces descubrí que las alumnas (y también los alumnos) de intercambio que venían a la Universidad, alemanas, francesas y gringas, le temían a la salsa y te preguntaban que si picaba, y es que te veían echarle a los burritos y a los tacos enormes cucharadas de salsa para luego comer con deleite esa atrocidad, e insistían: ¿pica?, y respondías que poquitou, y te morías de risa viéndoles brincar, como potros castrados, con ese fuego que nadie, sino un mexicanou, puede consumir.

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Mabel

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Se llamaba Mabel; era un bar que se titulaba la Bola 8; toda esa masa de subnormales se ponían a ver el fútbol, o el béisbol, o esas cosas que le gustan a los plebeyos: yo iba para sentirme solo, para beber y fumar a lo pendejo, para admirar, desde los fríos ventanales de cristal, el paso de los automóviles por el Periférico de la Juventud. Seguir leyendo