Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Constantino Kavafis (1863-1932) nació en Alejandría, Egipto, en el seno de una rica familia de comerciantes.
A la muerte de su padre, cuando Kavafis tenía nueve años de edad, la familia se trasladó a Londres, donde se arruinaría tras siete años en los que Constantino se interesaría por autores como Óscar Wilde, Shakespeare y Browning.
Hacia 1885 y de regreso a su tierra natal Kavafis se desempeñó como periodista en el periódico Telegraphos, en Alejandría. A los 29 años de edad consiguió un empleo en el Servicio de Riego del Ministerio de Obras Públicas, que alternaría con un puesto de corredor en la Bolsa Egipcia, cargos que dejaría, aliviado, hacia 1922.
Poco antes de ser hospitalizado por un cáncer de laringe ordenó su obra poética, que había distribuido con anterioridad en forma de panfletos y en algunas revistas literarias.
Los poemas de Kavafis son exquisitos, beben de la antigüedad clásica y reflejan un espíritu pagano, una profunda melancolía, así como la homosexualidad del autor.
Su obra ha ejercido una gran influencia en diversas literaturas, entre ellas la española, sobre todo en la corriente “culturalista”.
El gran poeta español, José María Álvarez, de quien hablaremos en otra ocasión, ha realizado una de las mejores traducciones al castellano del autor egipcio.
Los escritos de Kavafis exigen un alto nivel cultural o mucha curiosidad a sus lectores, pero con la llegada de Internet y la posibilidad de buscar información de manera instantánea su lectura se facilita enormemente.
Kavafis hace un llamado a vivir valerosamente, a mirar con los ojos de un asombro permanentemente renovado, buscando los placeres exquisitos en lugar de sumergirse en la vulgaridad. Citamos el poema Cuanto puedas:
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
Entre los poemas de inspiración histórica citaremos Los pasos, que hace referencia al matricidio cometido por el emperador romano Nerón, episodio ampliamente conocido por el gran público:
Sobre una cama de ébano, adornada
con águilas de coral, duerme profundamente
Nerón, inconsciente, tranquilo y feliz;
floreciendo en la salud de su carne
y en el hermoso ardor de su juventud.
Pero en la estancia de alabastro que cierra
el antiguo templo de los Enobarbos
cuán inquietos están sus Lares.
Tiemblan todos aquellos pequeños dioses
y se esfuerzan por ocultar sus insignificantes cuerpos.
Porque han escuchado un sonido terrible,
un sonido de muerte subiendo la escalera;
pasos de hierro que hacen temblar los peldaños.
Y asustados los miserables Lares
se esconden en los rincones del templo,
uno sobre otro cayendo y tropezando,
un diosecillo sobre otro,
porque saben ya qué imagen es la de ese ruido,
han reconocido el paso de las Erinias.
El poema Lejano hace referencia, con una melancolía desgarradora, a los amores homosexuales de Kavafis:
Quisiera revivir este recuerdo…
Pero está extinguido ahora… casi nada subsiste,
yace lejos, en los años de mi adolescencia.
Una piel hecha de jazmines en la noche…
Aquella de agosto —¿fue agosto?— recuerdo apenas…
Aquellos ojos; eran, creo, azules…
Sí, azules: como el zafiro.
El paso del tiempo, las pérdidas, la llegada de la vejez, la nostalgia desesperada, son expresadas magistralmente por Constantino Kavafis, como se muestra en uno de mis poemas favoritos del autor, Desde las nueve, que citamos a continuación para cerrar este breve texto:
Doce y media. Rápidamente el tiempo ha pasado
desde las nueve cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado sin leer
ni hablar. A quién podría hablar
en la casa vacía.
La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando un perfume
de cámaras cerradas
y pasado placer, ¡qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
teatros y cafés que una vez fueron.
La imagen de mi cuerpo joven
volvió y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos, los sentimientos
apenas atendidos de los muertos.
Doce y media. Cómo pasan las horas.
Doce y media. Cómo pasan los años.