Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Durante su estancia en México André Bretón encargó una mesa a un carpintero para sus conferencias y como no hablaba español hizo un dibujo del mueble, en perspectiva, que entregó a un “maistro” carpintero, quien interpretó el dibujo literalmente y produjo un mueble grotesco, lo que motivó al artista a exclamar:
—¡México! ¡El país del surrealismo!
Lo cierto es que el sistema político mexicano posee indudables características que rayan en el absurdo y en lo onírico y más de uno de nuestros presidentes podría competir ventajosamente con Hugo Chávez o George Bush, hijo (quien tanto se parece a Alfred Neuman, el niño mascota de la revista “Mad”).
Jolopo es un buen ejemplo. El tipo juró que protegería al peso mexicano “como un perro”, pero se dedicó a robar prodigiosamente mientras su hermana Margarita, mejor conocida como “La Pésima Musa” se encargaba de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación e intentaba alcanzar la talla literaria de su admirada Sor Juana Inés de la Cruz.
Al término de su mandato el presidente intentó disculparse y se puso a llorar a moco tendido, lo que le valió el apodo de “El Perro”.
Hasta podría habérsele aplicado la frase que Boabdil, el último rey moro de Granada, escuchó de labios de su madre: “no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”.
Pero el comediante involuntario con rasgos de genialidad que nos ha hecho reír hasta las lágrimas es, sin lugar a dudas, el delirante Vicente Fox Quesada con declaraciones como: “¡Vamos a ayudar a los jodidos!”, poniendo en más de un aprieto a su vocero, quien debía comenzar con un: “lo que el presidente quiso decir…”
Por aquellos días todo México sudaba frío cuando el presidente salía de viaje para halagar, por ejemplo, a Argentina, “cuna del gran escritor José Luis Borgues”, o al presentarse ante los reyes de España con unas botas vaqueras —imposibles— de charol.
Se dice que en el cumpleaños de Su Santidad Juan Pablo II el presidente le envió de regalo un Cristo crucificado de plástico, fabricado ex profeso, el cual se accionaba al apretar un botón y movía los brazos de arriba hacia abajo, la cabeza de izquierda a derecha, mientras cantaba:
—¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, querido papa! ¡Feliz cumpleaños a ti!
El detalle se nos antoja grotesco y de tan pésimo gusto que lo creo perfectamente posible.
Aunque Enrique Peña Nieto carece de la genialidad de Vicente Fox utiliza un copete bastante gracioso que ya le costó su libertad y fortuna a la ex líder sindical, Elba Esther Gordillo, quien no bajaba al presidente de “El Copetes”.
Si viviéramos en la Edad Media Peña Nieto no dudaría en hacer juicios post mortem a sus enemigos, como demuestra la reciente cancelación del “Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria” toda vez que el gran escritor se “atrevió” a decir que ese señor carecía, evidentemente, del hábito de la lectura.
Y ya que mencionamos a Elba Esther Gordillo los activistas anti tabaco podrían abstenerse de imprimir imágenes truculentas en las cajetillas de cigarros (yo he optado por coleccionarlas) y poner en su lugar una foto de la maestra: apuesto a que todos dejábamos de fumar.
Estrechamente relacionado con la política el mundo del periodismo también nos ofrece algunos horribles ejemplos como aquella ocasión en que se ofreció en la presa “Las Vírgenes” de la ciudad de Delicias, Chihuahua, la obra Carmina Burana, de Carl Orff. Es de suponer que el cronista se puso pedo y no fue al concierto porque al día siguiente apareció a ocho columnas en cierto periódico de la mentada ciudad (ignoro quién fue el necio que le puso “Delicias” a ese infierno tan caluroso) el siguiente encabezado: “Doña Carmina Burana se presentó en Delicias”. La nota continuaba narrando la manera en que la prima donna había deleitado a los delicienses con su voz privilegiada.
Otro caso ocurrió en la ciudad de Chihuahua cuando los estudiantes de Letras Españolas de la Facultad de Filosofía y Letras decidieron homenajear al extinto poeta español Federico García Lorca con una mesa panel y la lectura de varios poemas.
El director de un conocido periódico encargó a un reportero y a un fotógrafo que dieran cobertura al acontecimiento y ambos salieron de la mesa de redacción, por separado. El fotógrafo decidió tomarse unas cervezas, acompañadas con chicharrones bañados en salsa Tabasco, en su cantina favorita, “El Nachito´s”.
Dieciocho cervezas más tarde el fotógrafo recordó sus pendientes y acudió, apresurado, a la Facultad de Filosofía y Letras, preguntando:
—¿Po´s on tá el festejao pa´ tomarle la foto?