Por: Elko Omar Vázquez Erosa
A los compadres don Lupe y don Remigio se les había ocurrido irse a Monterrey: recientemente divorciados, tenían buenas referencias acerca de las putas regiomontanas, así que decidieron partir:
—Fíjese, compa, que la carretera está llena de indios horribles.
—Ádio.
—Verdá e Dio.
—¿Y Cómo jabe ujté?
Don Remigo era el clásico pendejo al que era necesario explicarle con pelotas y con dinosaurios todas las realidades de la vida.
—Afíjese ujté, compadre, que cuando a lo narco je le pasa la mano se llena de federale y, como lo narco no molejta al comerjio pequeño, puej viene la bola de indio quejque federale y te dice:
—A veeeeeeer, hijo de tu puuuuuuuta madre. Sooooooy federal, sooooooooooy federal.
—Uno creería ejtar viendo un jtromtropeer, pero je quitan loj cajco y je le ve la cara aindiada.
—Ejo bigote dindio.
—Ejactamente.
—Ejactamente.
—Eit.
—Eit.
El silencio se volvía opresivo: de pronto, un retén al estilo mexicano: una bola de tíos que no terminaron ni el colegio, uniformados y armados a nombre del gobierno mexicano (pueblo que sin lugar a dudas jamás destacará, fuera de cuestiones gastronómicas y culturales y por culpa de esos pendejos que son legión en este país) dijo:
—A veeeeeeeeeeeeeeeer, hijos de su puta maaaaaaaaaaadre. Pasarán la revisión, pinches chihuahuitas mata mujeres.
Remigio, quien venía manejando, pasó a la revisión y luego de un rato le dijo al compadre Lupe:
—Puej que jigue ujté.
—¡Adio!
Don Lupe se encaminó hasta el grupo de esos mandriles, que hasta parecían humanos, y uno de ellos le dijo:
—A veeeeeeeeeeeeeer, hijo de tu puuuuuuuuuuuuuta madre, sooooooooooplale.
—Pero oficial, si eso no es un alcoholímetro, sino una polla, y bien chiquita, de esas de pinche indio.
—Aaaaaaaaaaaandaleeeeee, si éste no está tan peeeeeeeeeeedo. Circulando, circulaaaaaaaaando.
Los compadres subieron a la camioneta y siguieron charlando; don Lupe dijo:
—Una vej conojí a un bato que había puejto una biblioteca con puroj libroj nuevo y cuando le preguntábano que ji por qué no lej había quitao la cubierta de papel cochar, el bato decía: “Que para que no je gajten”.
—¿Qué no era papel couché?
—Ejo.
—Ejo.
—Oiga compadre.
—Dígame.
—Todavía falta mucho para llegar a Monterrey y jin duda habrá otroj puntoj de revijión. Dijen que lo shavalo de Monterrey, para burlar loj retenej, empapan una borlita de algodón y je la meten por allá, donde ujté jabe.
—¡Ádio! ¿Por dónde!
—Puej por allá.
—Puej no e mala idea, compadre; detenga el coche y jacamo la botella de whisky y hajemo el ejperimento.
Los compadres detuvieron el coche y procedieron a realizar el experimento que, según reportan, fue todo un éxito, ya que se la pasaron todo el camino en completo estado de ebriedad, cantando puras de José Alfredo Jiménez sin que tuvieran aliento alcohólico.