Un ruco alivianado

Por: Elko Omar Vázquez Erosa

 un ruco alivianado

Me encontraba nostálgico: ya sabéis, eso de que uno comienza a volverse viejo y recuerda los desastres juveniles, así que escuchando algo de música punk decidí hacerme un corte de cabello, un peinado y un tinte que representara la revolución anarquista en su más cruda expresión.

Ratón malo fue a visitar a Jhonny, al Mario Flores, a Gabriel Ávila, en fin, a sus amigos: todos estaban casados o arrejuntados, y les pegaban si salían con Ratón Malo, así que Ratón puso unas melodías en el estéreo: Sex Pistols, Misfits, Ramones, The Damned, Blondie, The Clash, Dead Boys, y toda esa gente que no tenía el virtuosismo necesario para tocar y cantar Heavy Metal pero que, no obstante, tenía algo que decir.

—¡Lárgate, Ratón Malo! Get a life! —me gritaban las nenas de mis amigos, así que me fui y puse el estéreo a todo lo que daba, cantando clásicos como Mother, de Danzig (https://www.youtube.com/watch?v=vgSn0SbQJQI):

Mother

Tell your children not to walk my way

Tell your children not to hear my words

What they mean

What they say

Mother

Vientos de juventud acariciaban mis cabellos, las luces de la ciudad lucían nuevas, todo parecía una nueva erupción volcánica cuando, de pronto, escuché ese maldito:

—¡Put! ¡Put! ¡Put-put!

¡Dios mío! ¡La Policía Municipal! Bien decía Bukowski que la mayoría de los policías no son más que unos empleaduchos de clase media baja a los que se les ha dado demasiada carne para asar; pero díselos tú:

—¡Señor! —dijo el empleaducho de clase media baja, pero empistolado y con placa—. ¡A su edad y con esos peinados! ¡Y trae el pelo de colores! ¡A su edad!

—¿Me pasé un semáforo? ¿Vengo escandalizando? ¿Qué no se supone que, de acuerdo a la Constitución, nadie será molestado en sus bienes y en su persona salvo que?..

—¡Sópleme!

El empleaducho de clase media baja me obligó a descender del automóvil: yo escondía en el bolsillo de la chamarra mi botella de whisky, pero ese sabueso se las olió y me tiró un toletazo, el muy desgraciado, y rompió la botella: el whisky comenzó a derramarse, manchando mis pantalones.

Percibí la humedad en mi cuerpo:

—¡Que sea sangre! ¡Que sea sangre! —exclamaba yo, en el colmo de la desesperación, y es que ya habían cerrado la venta de alcohol, los malditos fascistas.

¡Morrigan! ¡Si tan sólo viviéramos en los tiempos primitivos! ¡Ya verían esos bichos de manada!

Afortunadamente el tío no traía guantes de látex, si no me hubiera ido como en feria; pero el mandril insistía:

—Me lo voy a llevar detenido a los separos del muy honorable Departamento de Policía Municipal del Grandísimo Estado de….

—Oficial, ¿podíamos arreglarnos?

Indignadísimo el simio respondió:

—¿Está usted tratando de sobornarme? ¿Es eso? ¿Es eso? ¡Respóndame, carajo!

Por un instante me sentí como un bárbaro que recién hubiera violentado a una de las vírgenes de Vesta, pero reaccioné y le dije:

—De ninguna manera, oficial.

Y es que hay que hablarles con mucho tiento aunque a duras penas hayan estudiado la primaria: después de todo es increíble que, merced a esos rollos de la democracia, termine uno obedeciendo al burro de la primaria.

—Conmovido —continué— con la heroica labor de los paladines de la justicia he querido, ¿qué digo? ¡He deseado! ¡He deseado, oficial! He deseado retribuir a su sacrificio, mismo que todos los días ustedes realizan, arriesgando su vida, para protegernos de los ladrones.

El poli se quedó pensando, parpadeó, suspiró, caminó alrededor de mi vehículo mientras suspiraba, para finalmente soltarme:

—Habla usted como un príncipe. ¿Cómo estuvo eso de los paladines de la justicia? Permítame y lo grabo con mi celular.

—¡Pero oficial!

—¡Es que se oye rete bonito! ¡Dios mío! ¡Cuando lo escuche La Chata!

—Oficial, ¿con mil pesos bastará?

—Claro, claro. Además con esto completo para mi viaje a Ibiza. ¡Sueño tanto con recorrer las discoteques! ¡Amar a una mujer europea!

—Claro, claro.

—¿Dónde me dijo que se hizo el tinte?

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