Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Afirma un dizque crítico literario de las redes sociales que los poetas no nos hemos dado cuenta de que la poesía, según él, obedece a las leyes del mercado; está pero requete bien pendejo; en cambio decía Óscar Wilde, y si lo decía el maestro, sin duda será cierto: “de nada sirve ser un hombre encantador si se carece de fortuna: los pobres deberían de ser prácticos y prosaicos”, y yo agregaría que mejor se dedicara a vender seguros, o a periodistas, menos a poetas.
Un poeta necesita, forzosamente, un sponsor, llámese abuela, tía, hermano, cualesquier ricachón de la familia, o mínimo unas buenas rentas, porque eso de trabajar dan ganas de tirarse por la ventana desde el décimo piso y no se puede uno inspirar.
Por fortuna hace dos años murió mi tío Ulrico, un primo de mi padre que vivía en Monterrey y que era fan de mis libros: decía que yo era el único de sus sobrinos que lo hacía reír (al parecer le daban mucha risa mis poemas y se reía a carcajadas, hasta que el estómago le dolía).
Paseaba por su mansión en una silla de ruedas y hablaba por medio de una bocina incrustada en su garganta, ya que sufría de cáncer; la bocina a veces se la quitaba para fumarse unos cigarrillos Camel, “El sabor de la aventura”, mismos que siempre fumó.
Aunque ya no se le paraba le gustaba atormentar a su enfermera, una rubia pechugona a la que obligaba a cortarle las uñas de los pies para verle las tetas si bien, como he mencionado, al viejo ya no se le paraba.
Antes de morir a ese santo varón se le ocurrió incluirme en su testamento: una pensión modesta que, es cierto, no me hace millonario, pero vuelve innecesario que yo vuelva a pisar una maldita oficina, una sala de redacción o un estanquillo.
Ojalá que en breve mueran más parientes ricachones míos y que me incluyan en su testamento: se los agradeceré… eternamente.
Excelente, no cabe duda cada día me encantan más tus escritos.
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graicias, Bony
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¡genial!
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Gracias, amiga
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