Por: Luis Arcas González

«Todos tenemos que hacer lo imposible para obtener la victoria que no es otra que yo, el cabeza de familia, pueda tocar el tambor esta noche en la procesión».
4 de abril de 2012
Nervioso pero muy ufano y orgulloso, me apresté a vestirme con el uniforme de la banda de música de la Hermandad de la Santísima y Milagrosa Nuestra Señora la Virgen de las Trompetas. Como todos los años, toda la familia ayudó a vestirme y enrollarme la banda con los colores de la banda, igual que la cuadrilla ayuda al torero. Todo un rito que señoreaba en mi casa desde hacía más de diez años. Una vez acabado, me miré al espejo que para ello había dispuesto años ha en el salón de casa de 2’5 m de alto, de suelo a techo. Me alejé un par de metros y girándome 45º observé mi apostura y, sin dejar de mirarme, dije:
—Traedme mi sombrero.
Una vez puesto con gallardía ordené:
—Traedme mi tambor.
Pasé el enganche por entre hombros y espalda y lo dispuse sobre mi vientre. Ahí me di cuenta de la catástrofe… El parche superior estaba rajado. Primero empecé a temblar, después miré mi reloj y conté que me faltaban aún tres horas para el comienzo de la procesión nocturna:
—Tranquilo, busca una solución.
Después de llamar a todas las tiendas de música de la ciudad resultó que ninguna estaba de guardia en Semana Santa. Mi temblor corporal aumentó y comencé a sudar.
—Familia, esto es una urgencia. Todos tenemos que hacer lo imposible para obtener la victoria que no es otra que yo, el cabeza de familia, pueda tocar el tambor esta noche en la procesión.
Esposa, hijo, hija, abuela y abuelo se pusieron firmes y prestos a escuchar las instrucciones.
—Como todo el mundo sabe, muchos parches de tambor se hacen con piel de gato, por tanto, es nuestro deber salir a la calle a cazar un gato. No uno cualquiera, tiene que ser un gato adulto y grande, a poder ser macho que dicen que suenan mejor. Ahora, todos a la caza.
Se dispersaron por el barrio llamando la atención de los transeúntes por sus persistentes: «psssis» «pssiss gatito».
Como quiera que cada uno llevaba un walki-talki, se iban comunicando entre ellos y recibiendo instrucciones del cabeza de familia.
—Aquí hijo. Señor, peinado sector 3 sin novedad.
—Pasa al sector 4 que está la pescadería de Pepe y suelen estar por allí.
—Aquí abuelo. Señor, en el sector 8 sólo he visto perros.
—¡Abuelo! ¡Que estoy oyendo a los vecinos hablar! Sal de la taberna y sigue buscando.
Y así pasaron dos horas de militarización sin obtener resultados y ya, casi rendido, observé en la penumbra de un callejón un algo que se adentraba en él. Pude verle incluso un rabo corto:
—Se lo habrá pillado con una puerta —pensé.
Con el sigilo de un militar me dirigí hacia dentro y, al fondo, donde no había resquicio alguno donde pudiera ocultarse, estaba el mayor gato que había visto en mi vida. Imaginé su piel cubriendo por entero mi gran tambor sin tener que estirarla. Pensé en llamar pidiendo refuerzos pero el gatazo se dirigía hacia mí y no me daría tiempo a esperar. Saqué mi navaja larga albaceteña y me enfrenté a él.
Cuando desperté estaba en una capa del hospital lleno de vendas por todos lados. El policía que estaba a mi lado me dijo:
—Pues no tiene usted agallas ni na’. ¿A quién se le ocurre intentar coger a la pantera negra que lleva dos días escapada del zoo?
6 de abril de 2012
Os dejo contada esta historia auténtica para que me comentéis.
Iba yo en una bicicleta por un lugar recóndito de Fuente Obejuna en Córdoba, lugar donde abundan los ciervos, ciervas y cervatillos. Pedaleando por una pista rural, me encontré con un grupo de esos cérvidos que cortaban mi camino. Me paré ante ellos dispuesto a espantarlos cuando el que tenía más cuernos me dijo:
—Si quieres pasar tienes que pagar peaje, que en toda Europa es lo común.
Me sacaron un vale para que les echaran al día siguiente tres sacos de maíz para comer.
¡Joder, como está la cosa!
15 de abril de 2012
Cuando sea mayor voy a construir un reloj en el que, cuando me apetezca, moveré sus agujas y lo atrasaré las horas que yo quiera. Entonces volveré a ese tiempo anterior y corregiré mis errores y ayudaré a los demás a corregir los suyos. Poco a poco, a base de atrasar y atrasar, el mundo se irá haciendo más perfecto porque nuestra humanidad, siempre equívoca, irá siendo más perfecta.
Así obtendré con esfuerzo que no haya rojos y azules que se enfrentan sino personas que luchan porque nuestro país y nuestro mundo sea mejor. Todos seremos amigos porque lo que nos diferencia y lo que hace odiarnos realmente sólo existe en nuestra mente sembrada por esas pocas personas interesadas que hacen germinar esas malignas semillas.
Conseguiré que nadie sufra porque siempre que alguien padezca habrá muchos que la ayudarán a levantarse, a cubrir sus necesidades y a darle ese cariño y autoestima que todos necesitamos.
Cuando sea mayor realmente voy a ser una persona útil.

«Cuando sea mayor voy a construir un reloj en el que, cuando me apetezca, moveré sus agujas y lo atrasaré las horas que yo quiera».
25 de abril de 2012
Me meto en este mundo de Facebook y me pregunto: ¿Casi nadie tiene un sentimiento de originalidad? ¿Todos sólo sois capaces de copiar y pegar y añadir enlaces? Me aburrís. Esforzaros, que podéis.
Más tarde…
Se me ocurre pensar en aquella persona que conocí. Iba malvestida, con unos trapajos harapientos que la malcubrían. A pesar de ello me fijé en ella y le hablé.
—Señora, ¿necesita algo?
—Por supuesto, le necesito a usted.
Su respuesta me inquietó y pensé la posibilidad de hacerlo.
—¿Qué necesita señora?
—Necesito que sea feliz.
Me miraba a mis ojos que se clavaron en mis pupilas.
—¿Cómo puedo hacer eso?
—Enamórese.
—¿De quién?
—De quién quiera pero, sobre todo, de la vida, del mundo que le rodea, de sus vivencias, de su vivir diario, de su propia necesidad de vivir. Descubra el mundo que es ingente y grandioso y disfrute de él.
Desde aquel día disfruté del mundo. Nunca viajé. Descubrí una mujer maravillosa que me otorgó dos hijos y mi mundo se centró en ellos. Creo que seguí los dictados de esa maravillosa persona y descubrí mil mundos en el mío.
3 de mayo de 2012
Me desperté sudando y tembloroso a pesar de ser invierno y haber una baja temperatura en el dormitorio. Nuevamente había soñado algo terrible que no recordaba bien. Mi recuerdo era una mezcla de padres, hermanos, amantes, hijos en una caótica relación que no acertaba a recordar bien y, por tanto, a entender.
Un sorbito de agua de la botella que dormía junto a mi cama y otra vez a intentar dormir. Antes predije la hora y después miré mi móvil en mi mesilla de noche. Me había equivocado en un minuto.
Así pasé toda la noche en intervalos predecibles por su frecuencia. Mi primera angustia a las dos o tres horas de dormirme, las siguientes cada 15 o 30 o 60 minutos como máximo, seguidos de muchos más de vigilia en la que pensaba.
Nuevamente me asaltaban ideas peligrosas:
—Sirvo más vivo que muerto. Antes de terminar me llevaré a unos pocos conmigo, que se lo merecen. «¿Por qué tengo tanto miedo? —y me dormía un rato más pensando que todo eso lo podría hacer mañana o pasado o el mes que siguiente.
Llegó la mañana y mi mayordomo abrió lentamente los cortinajes de mi ventanal:
—Buenos días, señor. Tiene su desayuno preparado en la mesa de terraza y el baño está a la temperatura que pidió y su nueva bañadora le espera. Creo que le gustará. Le recuerdo que su limusina está en la puerta de palacio para llevarle al aeropuerto donde su avión privado está preparado para viajar a París a ver esa ópera de Verdi que no recuerdo cómo se llama.
Es ese momento me di cuenta de por qué mis sueños angustiosos no podrían nunca conmigo.
17 de mayo de 2012
Hoy he ido a la Jefatura Provincial de Tráfico a presentar un escrito de alegaciones a una denuncia.
Cuando el funcionario del registro lo leyó me pidió educadamente que esperara porque tenía que hablar con su jefa. Al poco llegó esa señora y me volvió a pedir de manera amable que esperara un poco más.
Al rato, se presentaron ante mí cinco personas que se identificaron como los jefes de las diferentes secciones de este Tráfico Provincial.
Formaron una hilera frente a mí y, solemnemente, me saludaron.
Una señora, creo que la Jefa de Sanciones, tomó la palabra y me dijo:
—Nunca jamás en la historia de esta Jefatura Provincial leímos nada igual. Su escrito de alegaciones es magistral. Por tanto, con la autorización informática de nuestro Director General, queremos concederle la Medalla Nacional al Mérito Alegacional a Sanciones Diversas (MENAMEASAD). La última vez que se concedió fue en 1950 y fue nuestro Generalísimo el que vino a imponerlas.
Rápido de mí, les respondí:
—No quiero medallas, prefiero el dinero.
Bueno, no se estiraron mucho, la verdad. Hicieron una colecta entre ellos y me dieron 5 €. Para fumar hoy me sirve.
Creo que voy a escribir un recurso de alzada, a ver si pillo más.
Más tarde…
Pienso que pensar, a veces, es un error. Pienso que vivir, a veces, también lo es. Pienso que morir, a veces, es una opción.
26 de septiembre de 2012
Estoy oyendo llover, siendo casi sordo. Me gusta, me place, me apetecía. La alternancia del calor y el frío, del secano a la lluvia, de la felicidad a la desdicha, de la felicidad a la tristeza… humanidad. De alguna forma es nuestra medida, los diversos indicativos de nuestros acontecimientos vitales, que moderan nuestros tiempos: Recuerdo aquella persona que conocí o aquel concierto que vi porque unos días antes o después me pasó aquello terrible (murió mi padre o mi madre, perdí la beca, mi amigo se suicidó, hubo un golpe de estado, etc)… en todo caso algo inolvidable que me da la medida del tiempo que no es más que la concatenación de hechos vitales.
Por tanto, espero conocerte y así serás una medida más en mi tiempo.
Más tarde…
Cuando sea mayor voy a conseguir que todos los niños del mundo tomen leche todos los días, que sus madres coman lo suficiente para tener ganas de fornicar por las noches con sus amantes, que los bancos no tengan posibilidad de prestarle nada a nadie porque nadie les pida, que los gobiernos de Occidente, China y Rusia den los millones que les dan a los bancos a las personas que lo necesitan y a mí, que soy el inventor de todo esto, me hagan “supermillonariodelamuertequemelomerezco”… ¡yejaaaaaa!
8 de noviembre de 2012
Topicazo: la dureza del turrón duro de Alicante
Compré con gula insana una tableta de turrón del duro alicantino. Me sentía como una niño cometiendo una travesura porque me anticipa casi dos meses a la Navidad.
Nada más llegar a casa abrí su envoltorio y con un cuchillo intenté cortarlo. Cuando quedó mellado, lo intenté con un hachuela de carnicero y con otra de leñador con el mismo resultado. Desesperado, lo tiré por el balcón de mi 5º piso con la sorpresa de que en su aterrizaje había pulverizado dos losas de acerado público. Rápidamente bajé a recogerlo y me dirigí a una obra cercana en la que trabajaba un conocido mío que conducía una apisonadora. Le pedí el favor y nos cargamos dos rulos que valen una barbaridad.
Huí de la obra con mi turrón en la mano corriendo por los solares descampados hasta que llegué a unas vías del tren justo en el momento en que se acercaba una locomotora haciendo maniobras. Lógicamente, dispuse la tableta sobre una de ellas y esperé agazapado en unos arbustos cercanos. Tras el oportuno descarrilamiento, cogí mi turrón y volví corriendo hacia mi casa, destrozado por mi fracaso. Al llegar a mi portal vi que un grupito de niños africanos, puros de patera, jugaban en el parquecito aledaño. Pensé que en vez de tirar el turrón se lo podía dar a ellos que por lo menos disfrutarían chupándolo.
Dicho y hecho. Al dárselo saqué la lengua y les indiqué por señas que era para chupar.
Sé que el lector presupone un final de esta historia que parece mascado, nunca mejor dicho, pero se equivoca.
Los niños me dijeron en un correctísimo español:
—Gracias, señor, pero nosotros sólo comemos turrón de chocolate de Suchard o, en su defecto, del blando alicantino de Picó.
23 de noviembre de 2012
«Busco abogado de gratis que ya le haré yo un regalito si me sueltan».
Me quedé boquiabierto leyendo ese anuncio pegado en la parte exterior del muro de la cárcel. No pude evitar decir en alto.
—No me lo puedo creer. Pensará ese hombre que se puede pagar a un abogado con un regalito. El pobre se quedará dentro hasta cumplir su condena.
Una voz tras de mi me llamó la atención.
—Pues “mirusté” que “macaban” de soltar.
Y un señor trajeado que se encontraba a su lado añadió:
—Es que la cosa está tan mala que prefiero que me hagan un regalito, a ser posible comestible como un jamón y un queso que presentar cuantiosas minutas a mis clientes y que no me pague ninguno.
1 de diciembre de 2012
Mi alegría no conoce límites. Tengo que ir a a firmar al juzgado los días 1 y 15 de cada mes, como si fuera un personaje de Quentin Tarantino. Me siento malvado pero con personalidad, tanto que voy preguntando a todos los que conozco:
—¿Tú tienes que ir al juzgado dos veces por semana para firmar? —y mi afirmación a sus respuestas es—: Pues yo sí —y me voy tan pancho sintiéndome el héroe del momento. Creo que algún día fallaré en ir a firmar y me llevarán preso que la cárcel aún no la he probado y debe ser toda una aventura.
Mi tremendo delito ha sido conducir sin saber que me habían quitado todos los puntos por multas que jamás me comunicaron y por tanto desconocía su existencia y por no haber leído todos los días de mi vida los boletines oficiales de la provincia de todas las de España en dónde las publicaron.
¡Yehhhhaaaaa!
7 de diciembre de 2012
Un amigo mío de Canadá me cuenta:
—Hay tres tipos de personas: las que saben contar y las que no saben.
Yo le he contestado:
—Hay dos tipos de personas: las que tienen memoria y, ¿qué estaba diciendo?
Por otro lado también podemos clasificar a las mujeres como víboras, viborillas y “fatalesdelamuerte” y a los hombres como lobos amansados, salvajes y feroces. Creo que las dos últimas clases están condenadas a pelearse en enfrentamientos terribles y también a amarse. Su dualidad los conduce y hasta los define.
El encuentro de Caperucita Roja y el Lobo Feroz no fue una casualidad sino una causalidad casi buscada y, por supuesto, deseada.
La lucha intestina entre ambos por todas las eternidades ha conllevado a momentos inciertos y certezas absolutas y, de forma inefable, a buscarse como los polos diferentes de un imán.
Levanto la mano si se pregunta que quién de los presentes se incluye en lo definido. Así me siento, me he sentido y me sentiré hasta mi fin.
¿Alguien más se atreve a levantar la suya?
13 de diciembre de 2012
Ron, un teckel que crie casi un año, desde sus pocos días de nacer.
Kela, una mil leches de belleza increíble que llegó a mi vida con tres o cuatro años y que decidió que yo era su amo.
En Ron me refugié. Llegó a mi vida en un momento en el que había perdido la fe, aquella más imprescindible en un ser humano, la fe en mí mismo y, por tanto, en el resto de la humanidad.
Kela, años más tarde, también se metió en mi vida en otro momento tan difícil que hizo que me encerrara en mí mismo y en mi casa, ajeno y alejado del mundo.
Ambos, como todos los perros hacen con sus amos, me miraban cuando no sabían que hacer, cuando necesitaban ayuda, cuando tenían hambre o ganas de salir, cuando su dolor o su necesidad o su deseo o su miedo les eran insoportables. Me miraban como algunos miran a un Cristo y yo, su amo, su dios que todo lo puede, les ayudaba, procuraba y resolvía de manera que siempre se sentían seguros a mi lado.
Sólo fallé a sus miradas una vez a cada uno
Ron, tumbado en la camilla de un veterinario, asfixiándose por el aplastamiento de su pecho por las ruedas de un coche.
Kela, en mi regazo dentro de un coche yendo al veterinario, también atropellada.
Ambos me miraron en una última petición, como un rezo ante el crucifijo. Ambos me pidieron ayuda, me pidieron aire y un poco más de vida y yo, para ellos el todopoderoso, sentí tanto que sentí no serlo.
20 de diciembre de 2012
Algún día escribiré algo serio. Para ello necesitaré de mis emociones y, por tanto, de enfrentarme a alguna situación lo suficientemente injusta que me haga llorar de impotencia o lo suficientemente hermosa que se me derramen las lágrimas de sentimiento. Necesitaré de todo mi alma, de todo mi ser, de mi integridad como persona y ente inteligente que hace análisis y no es ajeno a sus resultados.
Algún día escribiré algo serio, cuando sea capaz de opinar
24 de diciembre de 2012
Espero de vosotros que la Nochebuena sea una buena noche. Como corresponde, espero que añoréis a los que faltan y disfrutéis de los que os acompañan, que tengáis excesos, todos los que vuestro cuerpo os aguante porque, a fin de cuentas, es sólo una noche al año que podréis superar al día siguiente con un poco de cerveza o alguna pastilla mágica.
Varias generaciones no pueden estar equivocadas por lo que pasarse en el beber, el comer, el querer, el desear, el recordar y un largo etcétera de esos tan variopintos excesos no pueden haceros más daño que su ausencia o defecto.
Reid, llorad, bebed, comed, recordad, disfrutad, sentid…
Eso os deseo que yo intentaré llegar a las más altas cumbres del sentimiento y de varios pecados capitales esperando algún tipo de perdón magnánimo eterno.
Amén.
26 de diciembre de 2012
Ella, siempre ella, siempre en mi vida, siempre lejana, siempre ausente, siempre presente, siempre queriendo, siempre odiando, siempre susurrando, siempre gritando, siempre besando o mordiendo o besando o lamiendo o hablando alto y fuerte y suave y dulce, siempre, siempre ella.