Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Lo siento, siempre sí me quedaba una pluma entre los tiliches; de otra forma me hubiera dado pereza y jamás se me ocurriría encender la “compu” para escribir tan relucientes palabras y ellas, huérfanas de mí, tendrían que haberse hecho adoptar por un genio futuro.Revisando los papeles de Aleister Crowley, donde asegura que “todo hombre y toda mujer es una estrella”, y ante la supuesta evidencia de que estamos emparentados con cada cosa en el cosmos, debo decir:
Que si bien las personas que tienen la costumbre de meterse el dedo índice y pulgar en la lengua para repasar los documentos que estás obligado a firmar (y a tocar), merced a las sacrosantas disposiciones del sistema en turno, no resulta muy estético que digamos y creo que, bajo el espectro luminoso adecuado, el espectador asistiría a un show de hilos plateados en sus documentos, y que está bien, okey, todos “semos” iguales y esos hilos de baba son, como nosotros, descendientes de las estrellas.
Tampoco es como para ponerse uno tan exquisito…
¡Pero señores! Y sobre todo, más que nada, ¡señoras y señoritas! ¿Sería mucho pedir que nos ahorrasen el espectáculo del dedo índice y pulgar, en íntima connivencia con la lengua?
A fin de evadir tan orgánicas visiones (ya se sabe que tenemos a honra todo lo artificial), ¿podrían servirse de escupir en un tarrito de plástico, en la oficina?
De esta manera seríamos todos felices, introduciendo los dedos índice y pulgar en el tarrito a fin de impregnarlos con una sustancia acorde a la necesidad de volver las páginas luminosas y bellas que los burócratas, sufridamente, ponemos a disposición de la humanidad.