Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Enumerando mis fracasos diré en mi descargo que la noche era demasiado basta y los días, hechos de espinas y cenizas me decían “muñeco”, “muñeco” roto preguntando por qué.
Y los minutos plañideros, como negros vestidos de luto, desgarrados en cercos de púas, donde las poblaciones de adobe, olvidadas, recordaban tus ojos.
Acaso eran tus ojos laberintos, los instantes previos a la aurora, ademanes fugitivos.
Me hubiera gustado naufragar entre sinfonías de fuego y alaridos; pero ya no quedan causas por las que yo quiera luchar y en tanto nunca me entusiasmó la causa de los pobres (que también son unas bestias despiadadas aguardando su momento) ya sólo me resta este silencio.
Silencio de tus ojos enlunados: el filo de una espada aguardando entre la niebla.
Victoria
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