Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Se llamaba Liliana y ella era como una aguja clavada en mi corazón.
Como una aguja clavada en mi corazón.
Era rubia, de ojos verdes, como rubios y de ojos verdes han sido tantos de mis tormentos.
Estábamos en la secundaria y finalmente me decidí a abordarla, por lo que le compré una torta, ella me dio las gracias y se escabulló con ella; más tarde le dije:
—Liliana, dan una película muy buena que se llama Fright Night, es de vampiros, me pregunto si te gustaría acompañarme a verla.
—Sí, me gustaría, puedes llevar a un amigo y yo llevaré a una amiga.
Yo estaba eufórico y le hablé a mi amigo César Alonso González Caballero, quien también se emocionó: por fin comenzaría nuestra carrera de verdaderos amantes, de esos a la antigua que aún llevan flores.
Al día siguiente César y yo nos vimos en mi casa y, bien contentos, afinamos los detalles de nuestro arreglo personal: que si había que aplicar más gel para que se notara mejor el “wet look”, que un poco de perfume más, que si qué hacíamos si nos besaban.
Finalmente y armados de valor acudimos al cine donde nos esperaba Liliana, acompañada de una amiga y del novio de la misma: César y yo pagamos las entradas y, he de confesarlo, los refrescos y las palomitas.
La disposición en los asientos era la siguiente, de izquierda a derecha: Elko, César, el novio de la amiga de Liliana, la amiga de Liliana y, finalmente, Liliana.
La película estuvo muy buena.
Al día siguiente Liliana me pidió disculpas.
No volví a invitarla.
No he vuelto a reaccionar con tanta sabiduría.
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