Por: Maribel R.
Xurxo, mi vecino, tenía dos coches a los que les faltaban piezas y no podía ponerlos a circular. Se las ingenió para desmontarlos y con los dos hacer uno solo; pero no satisfecho con el espacio que tenía su coche recién restaurado optó por coger un carro de un tractor y soldarlo al gancho del coche, lo llenó de piedras que debía transportar y se puso en marcha hacia su destino.
Como podéis imaginar al haber tanto peso atrás el coche empinaba por la parte delantera y circulaba a saltos esparciendo tras de sí algunas piedras del carro.
Los guardias de tráfico, que acostumbraban a recorrer aquella zona, se quedaron atónitos al ver semejante barbaridad, encendieron las sirenas y le indicaron que detuviera el coche.
—¡Buenos días, señor guardia!
—¡Buenos días! ¡Documentación del vehículo y carnet de conducir, por favor!
—¡Pero señor guardia! ¡No me diga que los ha perdido! ¡Si se los di la semana pasada!
—¡Uf! —dijo el guardia—. ¡Váyase a su casa con ese artefacto! ¡Y con cuidado! ¡Por favor!
El guardia lo dejó por imposible
No quiero ni imaginar lo que Xurxo sacará de una lavadora y un viejo tractor: está en ello.

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