Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Tímidamente la lluvia del otoño anuncia su presencia repiqueteando en los cristales. La mañana es fría y contrasta con los cálidos colores de la biblioteca. El vino arroja sus destellos a través de las paredes de cristal que lo aprisionan.
En días como éste cuestionamos los ayeres y tratamos de justificar los pasos que nos han llevado hasta el presente. El humo del cigarro y los horizontes fantasma al otro lado de la persiana ejercen un influjo contradictorio: la persistente nostalgia por países y personas que nunca conocimos, sentimiento que se enreda con una especie de optimismo… como si entreviésemos jardines ilusorios hablando de esperanza.
Ocasionalmente el libertinaje parece un sendero de maravillas: elevarse hasta la lógica del absurdo se antoja como tomar el cielo por asalto, la ocupación propia de un caballero y el despliegue de armas que nos permiten evadir la opresión del filisteo: otras veces los alegres camaradas se convierten en cadenas, en presencias molestas y en obstáculos para la realización plena de un sueño que alguna vez, junto a las ruinas de una mansión que nos hablaba de ideales difusos, comprendimos o creímos comprender.
No obstante lo anterior (o adicionalmente) el sueño habla con el ritmo de un árbol solo, agitado por la lluvia y su inmensa soledad, condición que parece hermanarse con la nuestra. Por ello ocultarse, volver al seno de los libros se transforma en un apostolado, en una necesidad inaplazable.
Entonces me seduce la risa de unas criaturas femeninas que juegan en el lago de un bosque encantado que se baña con la suave caricia de la luna, pues dicen los viejos que en esas miradas hechiceras cabe todo el dolor que yace en el corazón de un poeta, y toda su alegría.
La lluvia del otoño a veces me recuerda la imagen de una niña rubia que recorría jardines silenciosos entre andadores de piedra y húmedas bancas pinceladas de musgo; una carta llena de perfume que atesoro, una fotografía en blanco y negro.
Fantástico, un relato que me ha fascinado. La lluvia de otoño siempre llega de forma suave, contenida de elegancia, y nos enfila siempre hacia el norte de recuerdos con su aroma melancólica.
Me gustaMe gusta
Gracias, María, viniendo de una poetisa de tu nivel todo un halago.
Me gustaMe gusta