Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Siempre recordaré
el hedor de las calles de Numancia,
los días miserables
del cierzo aullando en las empalizadas.
Numancia desafiante,
Numancia en las memorias escarlata
que al paso de los años
se transforma en canciones y leyendas.
Días de lodo y fosos
que al ceñir una ciudad condenada
se volvieron la espina
y la peste… nuestras horas malditas.
Así los obligamos
a devorar la carne de sus muertos,
y nunca se rindieron,
y ofrecieron sus cuerpos a las aves.

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