Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Mi vecino Bernie se creía cazador: era un tipo blanco; pero hablaba como los cubanos:
—O´e shico —y que la chingada.
Como siempre tuve problemas emocionales y ocasionalmente caía en el alcohol a veces quería acompañarme y se venía con su rifle de postas, para tirarle a unos botes de vidrio que se ubicaban en el terreno de al lado, desde mi casa; lo cierto es que yo no veía a ver a qué pinches horas se largaba ese dizque pistolero.
También hice como que no me daba cuenta cuando se robó unos postes de metal, que yo planeaba utilizar en otra propiedad, y que había guardado, provisionalmente, en el techo.
Total que Bernie se creía cazador; se consiguió a una mujer, más fea que pegarle una patada en los huevos al mismísimo Jesucristo y me dije:
—Finalmente la casa de Bernie tendrá un toque femenino.
Error.
A Bernie le gustaba salir a cazar, en su camioneta, con un rifle de postas.
—¡Vecino! ¡Vámonos a cazar!
Se subía la vieja fea esa, y los perros, mucho más guapos que su mujer, a la caja de la camioneta, y volvían con liebres y conejos, que no aprovechaban para nada y que terminaban en el bote de basura.
Un día no me pude negar y me invitó a beber unas cervezas: su casa olía a sudor: en el techo de la cocina se había dibujado una explosión de la olla de frijoles, y cuando le pedí el baño, para orinar, vi que estaba todo garapiñado: el retrete que sale en la película de Trainspoting estaba, comparado con éste, inmaculado.
Gracias a los dioses, que jamás me dejan desamparados, un día Bernie volvió al rancho ese de Oaxaca, o de no sé dónde chingados venía (se escuchaba como un cubano).
Bernie me hablaba.
El remedio fue tirar el teléfono celular, mismos que jamás me duran nada; no hay cosa más invasiva que un maldito teléfono celular.
Gracias por la referencia a tan magistral escena de una de mis películas favoritas. Excelente relato.
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Besos
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