Apuntes de agosto a septiembre de 2018

Por: Luis Arcas González

1 de agosto de 2018

Bajé a ese submarino con un mal presentimiento.

Los primeros dos días de navegación no me estresaron mucho.

El capitán, de origen ruso, el señor Secey Morozov, fue muy amable conmigo, invitándome a lo que llamaba «comedor de invitados», aunque miraba mis pechos con fruición, claro que el resto de la tripulación también. Tendré que descartar mis vestidos de balconcillo.

Podría contar mucho más; pero lo gordo fue cuando la brecha: no sé muy bien lo que es eso, sólo sé que empezó a sonar una bocina y entraba agua, mucha.

El cabo Dostoieski me agarró de la cintura y me subió por unas escaleras hasta una abertura dónde se veía la luz y por ahí salimos.

El submarino se hundía.

Se hinchó una balsa grande donde pudimos entrar veinte marineros y yo.

A los dos días de ir a la deriva nos recató un barco.

Sólo diré que los marineros soportaron muy bien el hambre y la sed, que me dieron a mí toda el agua que tenían y las raciones de combate.

En defensa de su prestigio sólo diré que, a pesar de su falta de alimento y de agua, se comportaron todos como auténticos marineros; pero todos, todos…

3 de agosto de 2018

Cuándo aquel meteorito enorme impactó con la tierra ocurrió el cataclismo.

Murió casi toda la población mundial, tanto seres humanos cómo no humanos.

La vida en la tierra casi desapareció.

Durante un par de meses no podía subsistir vida en la corteza terrestre.

Los árboles, la vegetación, los insectos, los mamíferos fueron exterminados por el enorme calor o la posterior radiación o la lluvia ácida.

Sé que eso ocurrió antes (hace millones de años) en el Caribe y extinguió a los dinosaurios.

Por una vez en mi vida, contra todo pronóstico, ser diferente me benefició.

Había ido a la fiesta que mi amigo el rockero daba en su moderna mansión.

Una hora después mi amigo y los suyos me metían a la fuerza en el sótano de la casa donde había mandado construir un recinto antinuclear, por si hubiese una guerra.

Se rieron mucho y eso es lo último que recuerdo de ellos.

Era un recinto amplio: estaba preparado para que cuatro personas viviesen durante dos años y disponía de energía, agua y alimentación.

A los dos años se abrió la puerta automáticamente. Me puse uno de esos trajes como espaciales y salí.

Cuando vi lo que vi no pude evitar reírme de los que se reían de mí.

Volví a mi refugio y cerré la puerta.

Aún tenía recursos para varios años más dado que todo estaba pensado para cuatro personas.

Sólo echo de menos la compañía de una mujer que me riña, que discuta conmigo y que me diga que todo lo hago mal y que no sirvo para nada.

Es lo que tiene ser el último ser vivo del planeta.

No pierdo la esperanza. Pienso que alguna habrá sobrevivido y me reñirá y discutirá.

Primera anotación del que creo que es (soy) el último superviviente de la humanidad.

Mañana más.

14 de agosto de 2018

Hoy mi mujer me ha abandonado, como todas las anteriores.

Esta vez, supuestamente, por unos días.

Eso me da el status de «Rodríguez».

Estoy solo, acompañado por dos perras y una gorriona bebé a la que tengo que dar de comer cada tres horas.

Según la leyenda sobre el «Rodríguez» ya esta noche tendría que haber venido a mi casa alguna mujer pidiéndome sexo.

Pues no. Aquí más, solo que la una.

Tal vez sea cuestión de esperar y mañana tendré una cola de muchachas en mi puerta.

Creo que tendré que hacer un casting para elegir a las mejores.

Por supuesto, las elegidas tendrán que firmar un documento de confidencialidad y otro de consentimiento explícito para presentarlo a Carmen Calvo.

Propuestas por privado, que cobro poco.

12 de septiembre de 2018

Hablo por teléfono con mi hija Candela, de 11 años:

– Hija, hoy he pasado un miedo terrible.

—¿Qué pasó?

—Salí de casa sobre las dos de la tarde para ir al súper a comprar. A los pocos pasos empezó a oscurecerse todo de golpe. De un sol abrasador pasó a una penumbra. Miré por todos lados y haciéndolo hacia el cielo vi a un enorme gigante mayor que los edificios que tapaba el sol y el cielo que podía ver. Me quedé quieto esperando que no me viera; pero giró su cabeza y me miró.

Se inclinó hacia mí: cuando su enorme cabeza estaba a un metro de la mía pensé que era mi fin porque me iba a comer. De su enorme boca salió un vozarrón que me dijo:

—Perdone, es que me he perdido ¿Sabe usted dónde está la calle Pez?

Con toda la amabilidad de que fui capaz le indiqué que estaba al final de la calle a la izquierda y luego dos más a la derecha. Me dio las gracias y se alejó en dos  zancadas a donde le dije.

—Ja, ja, ja.

—Hija, ¿no te lo crees?

—No, pero ha estado bien.

—¿Menos te lo habrías creído si hubiera sido un dragón?

—Menos.

No sé, o ella es ya mayor o el mayor soy yo.

Cada vez entiendo menos a los niños.

15 de septiembre de 2018

Le he mandado por whatsapp a mi hija lo siguiente:

 

«Hija mía, tal vez sea ésta la última vez que me comunique contigo.

Un virus letal está matando a casi toda la población de Córdoba.

Lo ha creado un hombre malo que se llama «Hombre Malo» y de apellidos «Másquemalo Remalo».

Quedamos sólo unos pocos y tu papá es el jefe de la resistencia.

Hemos averiguado que Hombre Malo se calma y duerme con gominolas y otras golosinas y esta noche vamos a asaltar la mayor tienda de chuches de Córdoba.

No sé si saldré vivo de esta incursión porque el Ejército de Liberación de Chucherías (El ELICHU) lo protege para que nadie las robe.

ELICHU es la tercera fuerza en ataque por conseguir el poder.

Si me lees, ya sabes que soy la resistencia.

Te quiero hija mía».

No quiero inquietarme; pero me da que no se lo va a tragar.

Ya no sé cómo hacer para que me vea como un padre maravilloso.

27 de septiembre de 2018

Hay personas que son como una isla maravillosa.

Todo el mundo quiere verla aunque sea en fotos y muchos la visitan; pero nadie se queda ni la olvida.

Esta isla necesita de recursos ajenos que se envían en transportes que van y vuelven.

Se arropa en su soledad sabiendo que todos conocen de su maravilla y con eso es feliz.

Ni nada ni a nadie busca y lo que recibe le sorprende y agrada.

Es fuerte porque resiste los embates de las tormentas y las olas del mar embravecido y, cuando llega la calma, sacude las hojas de sus palmeras y mira al sol para secarse.

Disfruta con los trinos de esos pájaros que le llegan lejanos y que no son otra cosa que mensajes de aquellos que le visitaron o le vieron en esas preciosas fotos y, de alguna forma, siguen en su contacto a lo lejos.

En fin, que hoy es el cumpleaños de Nathalie Sigritz.

(Mi agradecimiento a uno de mis maestros literarios por tan tierna idea. Gracias Tomás de José).

 

2 respuestas a “Apuntes de agosto a septiembre de 2018

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