Por: Elko Omar Vázquez Erosa

Me había esforzado tanto mientras contemplaba la lluvia y las lunas remotas, y de los dioses los rotos templos que soñaban otros días, otras latitudes: archipiélagos demenciales, llenos de flores, de cascadas, de belleza y tranquilidad.

Lugares donde pudiera amar, sin la sombra del pecado.

Lugares donde una mujer y un hombre pudieran ser ellos mismos.

Pero los bárbaros, siempre a las puertas.

Finalmente llegó un tío (ya sabéis que uno tiene muchas relaciones entre las altas clases sociales) quien me dio a conocer que, efectivamente, yo estaba excomulgado, y que todos los títulos nobiliarios concedidos por la Santa Sede a mi familia (como si la nobleza se concediera) habían sido derogados.

Igual para lo que sirven, hoy en día, los títulos nobiliarios, fuera de un adorno “nice” para gente de mucho dinero.

De cualquier forma yo buscaba mi nombre en ese periodicucho de la Iglesia, con esa mezcla de angustia y esperanza que muestran los estudiantes de prepa cuando quieren entrar a la Uni.

Me acordé de Yantl, esa india bonita, cuando me acompañaba para buscar nuestros nombres en las listas: ella no tuvo suerte; pero yo sí que estaba excomulgado.

¡Demonios! ¡No se confundan con los tiempos!, si bien yo me he confundido (eso pasa con los viajeros interdimensionales).

El caso es que terminé excomulgado:

Ex Auctoritate Dei omnipotentis, Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, et sanctorum canonum, sanctaeque et intemeratae Virginis Dei genetricis Mariae, atque omnium coelestium virtutum.

Posteriormente siguen algunas maldiciones sobre todas las partes de mi cuerpo; pero como éste es un blog decente, fíjense, no podemos publicar tamañas majaderías. El texto continúa:

Excommunicamus et anathematizamus hunc  Mus Malum, et a liminibus sanctae Dei ecclesiae sequestramus ut aeternis suppliciis excruciandus mancipetur, cum Dathan et Abiron, et cum his qui dixerunt Domino Deo, “recede a nobis, scientiam viarum tuarum nolumus”. Et sicut aqua ignis extinguitur, sic extinguatur lucerna eius in saecula saeculorum nisi resipuerit, et ad satisfactionem venerit”.

“Maledicat illum Christus Filius Dei vivi toto suae majestatis imperio et insurgat adversus illum coelum cum omnibus virtutibus quae in eo moventur ad damnandum eum, nisi penituerit et ad satisfactionem venerit. Amen. Fiat. Fiat. Amen.

Lo anterior podría traducirse así:

Por la Autoridad de Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de los santos cánones, de la santa e incorrupta Virgen María Madre de Dios, y de todos poderes celestiales.

Excomulgamos y anatematizamos a este Ratón Malvado, y lo segregamos de los límites de la santa Iglesia de Dios a fin de que sea entregado a padecer los suplicios eternos, junto con Datán y Abirón y con aquellos que dijeron al Señor Dios: “apártate de nosotros, no queremos saber de tus sendas”. Y así como el fuego es extinguido por el agua, así se extinga su luz, por los siglos de los siglos, a menos que se haya arrepentido y ofrezca justa reparación.

Le maldiga Cristo, Hijo del Dios vivo, con todo el poder de su majestad, y se alce contra él el cielo con todas las potestades que en él se mueven para condenarlo, a no ser que se arrepienta y ofrezca justa reparación. Amén. Hágase. Hágase. Amén.

Yo estaba emocionadísimo: ¡finalmente tomaban a los poetas en serio!

Esperaba un pergamino sellado con cera, con un listón escarlata, el escudo de armas del Vaticano y toda la cosa, para declarar mi condenación.

¡Oh, decepción! ¡Lacrimae mundi! ¡Capitis deminutio! Tuve que conformarme con un maldito recorte de periódico.

¡Maldita sea! En los tiempos que corren hasta la Santa Sede está perdiendo el estilo, y luego dicen que debo ser tolerante con las religiones del desierto.