Por: Maribel R.
(Primera publicación: La voz de Galicia, 27 de agosto de 2014)
Versión en gallego en el siguiente enlace: https://voluptuosidadeslapalabra.com/2015/06/30/abuso-da-inocencia/
Tengo siete años, no tengo padre: soy hija de un tortuoso destino y dolor infinito.
No tengo madre: soy hija del silencio, la vergüenza, la ignorancia, el miedo…
Hoy me quedo al cuidado de mis hermanos pequeños y comienza todo; el momento más oscuro de mi vida me lleva con él y no sé a dónde: me hace creer que es por mi bien.
Sola, en un cuarto oscuro con olor a tabaco y sudor; me invade el miedo, el asco.
Sudor, rancia piel grasienta, manos resbaladizas. ¡Me aprietan!
Olores que me provocan el vómito, dolor sangriento que me escuece el alma, y más tarde el terror de las amenazas… para mantenerme la boca cerrada.
Desde entonces las mismas imágenes laten en mi mente por siempre; nadie sabe nada, mas yo pienso que deben saberlo: parece que todos me miran.
Siento vergüenza, miedo, dolor, desesperación… me levanto y al pasar por aquel lugar me paralizo en el acto como un bloque de hielo. No quiero volver a entrar en aquel lugar. No quiero estar sola… nunca más.
Temo a no hacer las cosas bien, a que me castigue otra vez, me pegue con la cuerda y me encierre en ese cuarto oscuro tanto tiempo.
A que dañe a mi madre con patadas y puñadas ya en el suelo.
Resuenan sus gritos como cuchillos afilados en mis oídos. Ya no lloro, sólo quiero morir… y luego la oscuridad me hace enloquecer, y me golpeo contra las paredes hasta quedar agotada en el suelo.
Siento rabia y siento lástima por mi madre. Ella no hace nada. Ella está amenazada…
He de encontrar la manera de salir, ya pasó un año y me siento agotada.
Le cuento a mi hermano del terror por el que estoy pasando en las tardes que me quedo sola. Él me cree. Él me quiere y se limita a vigilar… estoy allí con él.
Se abre la puerta: es mi hermano que se paraliza con los ojos como platos y enseguida sale corriendo como alma que lleva el diablo. Él lo persigue con amenazas, pero no lo alcanza.
Por fin siento un gran alivio: presiento que ya todo se acaba.
En poco tiempo nos sacan de esa casa para no volver nunca más. Se queda allí; pero el daño queda en mi cuerpo, en mi mente, marcado para siempre.
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