Por: Ana Rossetti
Salamandra es deseo bebiendo en los topacios de un estanque, en cielos de Giotto, en las bóvedas húmedas de translúcida yedra.
Morera y vid se agotan en tu mano. Es deseo caballo enloquecido de temor bajo un raudal de agua, cascada donde estalla el arcoiris, desbaratada trenza entre piedras cayendo. Brazo tuyo defensa en mi cintura. Y como la belleza —desmesura, naufragio o voluble liana que se empina hasta el cedro sofocándolo— el deseo penetra y es herida. Cuerpo tuyo, cercado que mi pasión desborda, todo escudo en dócil miel fundido y es inútil tu intento: a un labio enamorado ni el laurel más mortífero detendría. Ya no podrás lograr que permanezca intacta, angélica tesela en su alto dominio, que mi emoción recorte cual ciprés en un parque atildado, que contemple el abismo desde los barandales y al vértigo resista. Crueldad subyugadora es el deseo. Y me entrego a su lanza, y no quiero rehuir su mordedura. Apártate de mí, no quiero que me guardes, que en mi cuerpo refrenes lágrimas ni jardines, y antes de que las quejas aviven mi desprecio, los avisos mi cólera, caiga sobre tus labios —incendio alertador, granada suplicante— la delicada muerte de mi olvido.
Rossetti, Ana. Devocionario: Poesía íntima. p. 41. Plaza & Janes. Barcelona, España. 1997. ISBN: 84-01-59004-3