Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Atravesar de nuevo
los bosques silenciosos
y contemplar el rostro de la muerte,
el rostro de la luna.
La noche se ilumina
con los fríos cristales
que penden de las ramas de los árboles
y tu sombra, ¡alma mía!,
apenas presentida en manantiales
con encajes de niebla aderezados.
Virgen, madre y anciana,
señora de los sueños infinitos
poblados de serpientes
y bandadas de pájaros,
transidos de fantasmas y fulgores…
caballos espectrales que revientan
en playas desoladas.

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