Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Sentados a la mesa
y llenos de satisfacción
los nuevos dioses decidieron
con su inmensa sonrisa afable
—esa de buenas gentes—
que soñar no valía nada,
menos como sueña el poeta:
“amargo eslabón superado”,
dijeron, “animal
tan extraño, tan orgulloso”;
poco después acordarían
un mínimo de tolerancia
a vates de cloaca
para reírse los domingos
y darle gusto a sus hermanos,
cercano rostro de su izquierda,
y trincharon el pollo
y alegres siguieron trazando
los infalibles, celebrados,
brillantes planos del progreso.

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