Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Hoy, esclavo del progreso,
salí de la aséptica barraca
y por quince minutos
superé mi condición de insecto
en la colmena,
y el viento de la tarde
me pegó en el rostro,
y los cerros dibujaron
sus promesas falsas
de misterio y libertad.
¡Qué bellas mentiras decían!
Por ellas hubiera cambiado
las calles.
Ciudad maldita,
quédate con tus enredos
y con el dínamo,
encierro de ratas
que no van a ninguna parte;
quédate tus luces,
tu grotesca canción de algarabía.

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