Por: Elko Omar Vázquez Erosa
La noche quedó atrapada en tus ojos, abismos azules donde yo podía imaginar océanos infinitos que me devolvían, inmediatamente, a la textura sedosa de tus rubios cabellos.
Siempre incandescente, siempre, dama luna, siempre…
Como Wotan colgado en el árbol del espanto: Monique, tú eres el árbol del espanto del que cuelgo: durante nueve días y nueve noches he colgado y nadie me ha dado de beber, ni de comer, y quienes lo hicieron únicamente me ofrecían cenizas (o por lo menos a eso me sabía todo, a cenizas).
Y todos mis sueños vuelven hacia ti.
Esta botella de whisky, este cigarrillo, estas noches desesperadas, pensando en ti.
Ahora que he fracasado en todo, ahora que he perdido todas mis guerras mágicas (las he ganado en otra dimensión, porque el sacrificio es necesario) te recuerdo…
Recuerdo que metía mis dedos entre tus cabellos y fingía que de ahí sacaba el anillo de oro que había comprado a plazos, para obsequiarte, y te decía que tu pelo era como el oro del Rhin, y tú me besabas, y jamás fui más feliz, jamás, jamás, jamás…
«Hay más tiempo que vida», decías.
La vida se me escapa como agua corriendo entre mis dedos: presiento que no viviré muchos años.
¿Cuándo perdimos la capacidad de reír juntos?
Supongo que al ver mi ruina económica te decidiste por ese tipo, tan vulgar (los italianos son vulgarsísimos).
Supongo, amor mío, que será posible en otra existencia.
Te amo.
Tuyo:
Elko