Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Las tierras, la huella del arado,
el campanario de la iglesia ahogado
entre las casas, al pie de la montaña.
Los fantasmas de las calles polvosas,
tu silueta aguardando el autobús.
Callar…
cuando no queda
más que encender un cigarrillo
y despedirte
con una seña de la mano.
Llorar de rabia,
decir tu nombre y desdecirlo
y morir como dicen que morían
los amantes de otros días.