Por: Elko Omar Vázquez Erosa
De pronto apareció,
confundida entre los rayos del sol,
risueña y linda como la mañana,
como los días azules del mar.
Al punto su sonrisa se volvió
esa flor cristalina
que soñaba un emperador de China
y que esperaba encontrar en la nieve,
o tal vez en un palacio de jade
extraviado en los reinos del crepúsculo.
Acaso era locura,
belleza milagrosa de los ángeles:
fiebre —delirio— absenta.
Paloma sonreía
esgrimiendo las ligeras promesas
que no iba a cumplir.

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