Por: Elko Omar Vázquez Erosa

De los nacos nunca te puedes librar: los encuentras por todas partes con sus automóviles modificados que se ponen a bailar en los semáforos.

Parecido al red neck norteamericano o al guarro español, pero todavía más feo, el naco permea todos los estratos sociales, merced a la movilidad socioeconómica que permite el mundo moderno.

Por cierto la palabra naco viene de totonaca, que para los aztecas eran los bárbaros.

Resulta muy molesto que te cobren el predial bien caro; pero los nacos proliferan y adornan los cables con zapatos tenis viejos ya que al parecer les parece cosa bien bonita.

Además del naco ese que arroja los zapatos a los cables hay otro que posee una camioneta pick-up que está permanentemente parada a unas casas de la mía: ya hasta le han salido hierbas al pavimento y la caja del vehículo se llena de basura. Quieren hacer del barrio una favela, un getto de inmigrantes mexicanos en Los Ángeles.

Hace unos momentos Ratón Malo, que estaba de malas, agarró una bolsa negra de plástico, llena de basura, y fue y la arrojó a la caja del susodicho trasto.

—¡Hey! ¡Pendejo! ¿Por qué tiras basura en mi camioneta? —me gritó el naco y yo le respondí:

—Espera que voy a por la otra.

Me fui caminando, lentamente, y saqué un montón de latas de cerveza y de botellas, a saber quién se las habrá tomado (parece que en mi casa espantan) y la arrojé en la caja de la pick-up.

Cuando regresaba por segunda ocasión a mi domicilio la reja de la casa del naco se abrió y el susodicho tipo comenzó a gritar:

—¡Hey! ¡Subnormal! ¡Te estoy hablando! ¡Ven para acá!

Me devolví cansinamente, pero el naco se encerró detrás de la reja de su porche y se puso a hacerme carantoñas.

Desafortunadamente no utilizo bote de basura en el baño, caso contrario le hubiera tirado todo un saco lleno de papeles enmierdados.

Los nacos son legión: Señor, protégenos de los nacos y de sus horribles gustos musicales.