Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Para Ratona, como siempre
El aire se encuentra cargado de una cualidad… ¿eléctrica? Una sensación de espera propia del invierno. Ocasionalmente las ramas desnudas ceden al capricho de una ráfaga de viento helado, pero luego vuelve este silencio que petrifica la luz de los faroles fundidos con motivos franceses.
El parque se transforma en el escenario perfecto para una película de época: casi veo la irrupción de un carruaje señorial… tal vez bajo la nieve; no obstante, —o quizá por eso— la melancolía se apodera del entorno; entonces me arrebujo en esta vieja gabardina y procuro escuchar gemidos de fantasmas.
Recuerdo que un día caminaba en la nieve, guiado por un capricho que me condujo hasta las ruinas de una antigua hacienda: recorrí los callados salones, percibí las tristes presencias que acechaban detrás de los raídos cortinajes, para luego subir por una escalera de caracol que crujía bajo mi peso y, en lo alto de las mansardas, pude leer en los blancos horizontes.
Hoy, en mi tablet —en Internet— te busco.
Desde entonces te soñaba.
La silueta de una mujer que se encoge en su abrigo interrumpe mis pensamientos. A lo lejos se escucha el ronroneo de un automóvil que hace vibrar el asfalto, y el sonido se pierde en la distancia.
Presencias de la noche, presencias del instante que se embriaga con un perfume de musgo y de flores marchitas, y con la seda de tu pelo…
Presencias.