Por: Luis Arcas González
27 de enero de 2014
Hace un rato, en plena noche, he sacado a pasear a mis dos perras.
Al poco de corretear, se les han erizado los pelos de sus lomos y han aullado, mirando fijamente a un punto concreto entre los árboles del parque junto a mi casa.
He caminado hacia ese punto y allí, dentro de un matorral ornamental, me he encontrado a mí mismo desnudo en posición fetal y temblando de miedo y frío. Seguir leyendo