¡El Gran Pan ha muerto! Sí; se acabó la alegría de la vida antigua, fuerte e inconsciente; se acabó la confianza en la naturaleza y en los instintos; se acabó la creencia en los mitos vitales; se acabó el correr coronado de hiedra por los bosques.
¡El Gran Pan ha muerto!
Los hijos de Sem han vencido para siempre a los hombres de las demás razas; el desierto, a la selva y al bosque; el arenal, a la fuente pura; el practicismo estrecho, al fervor ideal; la unidad, a la variedad; la esclavitud, a la libertad; el rencor, al ánimo sereno y ecuánime; el monoteísmo áspero y universalista, a los cultos sonrientes y locales.
¡El Gran Pan ha muerto!
Ya los frutos nos parecerán frutos secos y exprimidos, ya la conciencia nos paralizará la voluntad, ya no nos inspiraran confianza nuestras inclinaciones, dudaremos de lo consciente y de lo inconsciente. Sospecharemos si estamos engañados en todo: si la naturaleza nos será siempre hostil, si por nuestros sentidos no nos llegarán más que apariencias, si todo no será apariencia en el mundo de los fenómenos, desde nuestro cuerpo hasta nuestra alma, y tendremos como única verdad los dogmas esquemáticos, secos y autoritarios.
Pío Baroja