Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Nada como el vino:
tiene el perfume,
tiene el color,
la suave textura
que se va adueñando
de los sentidos.
Líquido vivo que duerme,
espera de sueños,
de vagas ilusiones
que habíamos extraviado
en los años púber.
Hambre de ti,
de todo aquello que me negué
sistemáticamente, metódicamente.
Hambre de tus ojos y de tus labios,
del perfume que te circunda perenne,
de tu sonrisa…
Hambre del sueño
que te niegas a compartir,
que te empeñas en ocultar.
Hambre del reflejo carmesí,
terciopelo de vino,
¡aquél de tu boca!,
de las flores fantasma
que proyectaba la copa,
de la sigilosa mirada
que sorprendía un instante
—un mísero instante—.
Nada como el vino,
nada como el murmullo lejano
de tu canción,
del ajeno brillo de las estrellas,
aquél de tu piel.
Evolución al capricho:
aquellos poemas
que inspiraste con una mirada,
con un gesto de musa y de diva.
Hambre de ti,
hambre de luna
con arrebatos de baile.
Deseo insaciable,
inalcanzable;
deseo parturiento
de las tempestades
en la gloria y el infierno.
Modelo: Janet Vera.

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