Por: Elko Omar Vázquez Erosa
El resplandor del fuego parpadea
y baña los rostros inexpresivos
de los que despedimos a Viriato,
bravo caudillo de los lusitanos.
¡Ah!, Roma traditoribus non praemiat,
dicen que dijo, furioso, indignado,
el cónsul Quinto Servilio Cepión,
y que mandó prender a los traidores,
quienes perecieron crucificados,
o estrangulados, ¿quién puede afirmarlo?
Pero Audax, Ditalcos y Minuros
disfrutan sus hermosas propiedades,
¡bien sabemos!, en la soleada Roma.
A la fría luz del amanecer
las chispas de la pira se dispersan.

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