Por: Elko Omar Vázquez Erosa
Tendrías que llegar, desconocida,
e invertir los papeles del cortejo
—es triste que en el fondo no me importe—
que en el fondo implore que no vengas;
y que no haya lágrimas,
y que carezca de ilusiones.
Es triste mi satánica exigencia de belleza,
mi infinito deseo de cerrar la puerta:
es la débil alarma
de saberme la excepción sin apetito.
Lo cierto es que me siento pleno
—aunque temo por mi alma—
cuando tengo un hada entre los brazos,
amante demoníaca de lo inmenso.
Ya no soporto una caricia,
me he vuelto un puritano amargo,
un hombre desposado
con la absoluta soledad.

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Desposado con la soledad…
No es del todo una decisión errada.
No habría por qué haber amargura en ese gran corazón.
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